Estas tres figuras pueden corresponder a la misma persona, a varias consecutivamente o incluso simultáneamente a tres personas distintas.
Hemos recopilado algunas recomendaciones elaboradas por expertos para dirigir a los entrenadores hacia una mayor eficacia. En palabras de Pérez Ramírez, «los buenos entrenadores deben tener una gran estabilidad emocional; responsabilizarse en conocer profundamente su deporte; tener una alta motivación hacia el logro y saber planificar e integrar de forma creativa distintos aspectos del entrenamiento»; y, según Crespo y Balaguer (1994), tendrán tres capacidades fundamentales: liderazgo, motivación y comunicación. Nosotros añadiríamos que —al consistir su profesión en el trato directo y la orientación a personas, en muchos casos en períodos de desarrollo— debe tener asimismo un sentido ético y moral de su trabajo, puesto que el deporte no es algo que automáticamente beneficie a los jóvenes, sino que requiere una supervisión adulta a cargo de responsables que sepan, además de estructurar programas, proporcionar experiencias positivas de aprendizaje y contribuyan al desarrollo integral de la persona. Aunque ser buena persona no sea suficiente para convertirse en un buen entrenador, nadie será un entrenador completo si no es buena persona.
El libro “Claves para ser un entrenador excelente” (Smoll, F. et al., 2009) aporta información sobre las reacciones adecuadas del entrenador ante los comportamientos del deportista o las situaciones del juego:
Frente a los errores y equivocaciones:
¿Qué se debe hacer?
- Dar ánimos.
- Si sabe cómo corregir el error, con animarlo es suficiente.
- Si es necesario, corrige proporcionando la instrucción adecuada, pero siempre de manera alentadora y constructiva.
¿Qué no se debe hacer?
- Castigar, emplear un tono de voz negativo o mostrar frialdad.
- Únicamente en casos muy específicos de falta de esfuerzo puede ser necesario explicitar nuestro desacuerdo.
- Dar las instrucciones técnicas necesarias para corregir o mejorar alguna acción de una manera hostil, degradante o sarcástica.
Puntos a tener en cuenta para dar una instrucción correctiva tras un error:
- Saber corregir (lo cual implica estar preparados técnicamente).
- Darnos cuenta de cuándo es mejor corregir los errores: pronto o más tarde.
Técnica del sándwich:
- Empezar con un cumplido.
- Dar una instrucción correctiva orientada hacia otras acciones.
- Cerrar con otra frase positiva.
A pesar de que la responsabilidad por la labor de entrenamiento recaerá, lógicamente, sobre el entrenador, y a pesar de que, en muchas ocasiones, se haga una buena labor de formación y entrenamiento durante períodos prolongados, la dirección a lo largo de la competición puede reforzar al competidor y conducirlo hacia el éxito o bien dar al traste con todo lo realizado anteriormente. El coach será, entonces, una ayuda fundamental para el competidor, ya que su situación le permite asistir al combate observando, literalmente, como un espectador privilegiado.
Es fundamental que el coach asuma que su objetivo principal es eliminar cualquier obstáculo —incluidos los emocionales— que impida al deportista manifestar su mejor versión. Para eso deberá transmitir confianza y seguridad; focalizar al deportista en los factores relevantes para el rendimiento y alejarlo de aquellos que están fuera de su control o pueden incidir negativamente. En cuanto a su estilo de comunicación, este debe ser asertivo y empático. A veces, puede ocurrir que uno de nuestros deportistas se bloquee y no reaccione. En esos momentos podría ser necesario adoptar un estilo de comunicación más directivo, autoritario y cerrado indicándole exclusivamente cómo y cuándo tiene que actuar. Es esencial dar instrucciones claras, concretas y sencillas que tengan en cuenta la capacidad del deportista para seguirlas.
El coach debe centrar sus objetivos en la consecución de las tareas adecuadas más que en el resultado (en este influyen factores que están fuera del control del deportista y del propio entrenador, por lo que centrar los objetivos únicamente en él puede conducir a la frustración en caso de no alcanzar el logro previsto). También es clave que conozca las fortalezas y debilidades del deportista al que dirige, que sea capaz de generar un clima emocional positivo y que, en caso de dirigir a un grupo de deportistas, fomente la cohesión entre ellos, pues el buen ambiente de equipo refuerza también las actuaciones individuales, ayuda a relativizar cualquier incidencia negativa y a disfrutar más de los éxitos.
Como se recoge en el último punto del decálogo de reflexiones sobre el proceso de entrenamiento, la profesión de entrenador –en cualquiera de sus facetas- exige una constante actualización de conocimientos; la gestión de toda la información disponible en cada momento; la capacidad de discriminar —también en cada momento— la más relevante así como flexibilidad mental para cambiar planteamientos previos si fuese necesario. De este modo, el período de formación de un entrenador deberá continuarse a lo largo de toda su vida.
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