Veía yo con asombro a un colaborador del Lic. Juan Manuel López, ajeno al Taekwondo, que se dirigía a él como “Juanelo” o simplemente “Juan Manuel”, pero además hablándole de tú y me decía que sentía raro al ver el grado de respeto con el que el resto de nosotros nos dirigíamos a él; yo le contesté que en mi caso era imposible que alguna vez pudiera dirigirme a su persona hablándole de tú, porque incluso antes de ser presidente de PATU o de la Federación Mexicana, cuando yo lo conocí él era referee y yo atleta, con ese pequeño dato ya cualquier practicante puede darse una idea de la barrera que existe entre uno y otro.
Y es justo esta barrera de la que hablo la que divide a dos grupos de personas como el Río Bravo separa al tercer mundo del primero, excepto que la barrera antes mencionada separa a dos mundos con la misma pasión y en el mismo deporte.
El mundillo de los referees es desconocido para muchos de nosotros, simples mortales, pues parece que se cuecen a parte: no les es permitido socializar en los eventos, siempre están en un hotel separado del resto; incluso en juegos olímpicos, a pesar de también haber vivido un proceso largo, complejo y complicado para estar ahí, no se quedan en la villa para poder vivir la experiencia completa… Segregados por convicción.
“No referees, no game” decía una publicación de WT que compartieron después del mundial de Guadalajara en una fotografía con todos los señores vestidos con el característico saco azul rey que portan con orgullo. Quienes llevamos suficiente tiempo en esto aún recordamos el traje amarillo con corbata negra que utilizaban estos señores “para ser visibles” como si la sola presencia de una máxima autoridad al centro de un ring con el poder de influir en un resultado no fuera suficientemente fácil de percibir.
Quizá sea porque estamos acostumbrados a ver a los referees con una indumentaria característica que resulta tan raro verlos vestidos con dobok tradicional, así como estuvieron hace un par de semanas en Querétaro durante el “Paris 2024 OG IR Selection & Training Camp Two” buscando un lugar para representar a su país en la máxima justa, aunque realmente es con el mismo dobok con el que los vemos en sus escuelas dando clases como cualquier maestro normal.
Las pruebas de los referees son pruebas que cualquier cuerpo podría soportar, pero no cualquier mente.
El mundillo de los referees es desconocido para muchos de nosotros, simples mortales, pero realmente no es tan distinto o tan especial como muchos podrían imaginarse. Una sola mirada a este training camp me permitió descubrir que detrás del saco azul y la corbatita guinda se esconden no sólo taekwondoínes normales, sino seres humanos comunes y corrientes, como el resto de nosotros, seres humanos luchando por un sueño, como todos los competidores que pelean por el mundo en pos de un ideal… Pero con algunas diferencias sustanciales.
Imágenes del Selectivo Panamericano de Árbitros rumbo a Juegos Olímpicos
Los gritos de apoyo durante el curso, las lágrimas de alegría o de tristeza después de un buen o mal performance, los sueños, las ilusiones, el trabajo, las horas de estudio, los viajes interminables, los procesos de selección ambiguos, el pago simbólico por una jornada de trabajo que sería ilegal en muchísimos países… La barrera que divide a los árbitros de los simples mortales no es una barrera de jerarquía, grado o posición, es una barrera de amor.
No creo que existan atletas que amen este deporte de la manera en la que un referee lo hace.
Segregados por convicción. Es gente que por la misma naturaleza de su posición, no puede disfrutar de este deporte de la manera en la que los demás lo hacemos, es gente que no se lleva el reconocimiento público, a la que no le aplauden después de un buen performance porque “es su trabajo” y con quienes somos implacables cuando se equivocan casi por la misma razón.
Es gente con el poder de cambiar un resultado, pero con el suficiente nivel moral para no hacerlo.
Ser referee es una posición bastante injusta en muchos sentidos, con mucha responsabilidad y poca gloria, así que el respeto hacia la figura es lo menos que se merecen, pero justamente por el camino que hay detrás de esa figura y no el tótem en sí.
Así que, estimado lector, la próxima vez que vea a su referee de confianza, sea local, estatal o portando un saco azul y corbata guinda, no le haga saludo para que le perdone un gamjeon a medio combate, salúdelo porque muy seguramente ama al taekwondo más que usted.
@FaunoBastard