El año 2004 fue un año muy peculiar para el Taekwondo mexicano por varias razones; fue el punto de encuentro entre dos generaciones: los legendarios que habían estado ahí «desde siempre» y las nuevas caras de taekwondoines que serían los que le darían vida a este deporte incluso hasta el día de hoy (Curioso porque, a mi parecer, esa historia se repite este año con el mundial de Puebla, pero hablaremos de ello más adelante).
Era una época en la que los procesos eran diferentes. No existía el ranking mundial y a los eventos no acudía el que trajera mejores resultados de una gira, o el que más suerte tuviera, iba el que le ganaba a todos dentro del país.
El nacional del segundo semestre definiría la pre-selección que asistiría al Campeonato Mundial de Madrid 2005. Ahí fue donde la aventura empezó.
Después de un campeonato panamericano muy satisfactorio para el equipo mexicano y una evaluación en el Comité Olímpico, se definió el equipo que representativo para dicha justa mundialista:
- Jaquelín Licona
- Alejandra Gaal
- Iridia Salazar
- Paola Félix
- Edna Díaz
- María Espinoza
- Rebeca Quijas
- Ma. de Jesús Mata
- Gerardo Rodríguez
- Guillermo Pérez
- Alfonso Victoria
- Erick Osornio
- José Luis Ramirez
- Emiliano Garibay
- Mauricio Estrada
- Salvador (El más guapo) Pérez
El viaje para llegar a Madrid tenía un itinerario muy particular: llegábamos a España con casi dos semanas de anticipación; aterrizábamos en Madrid y de ahí deberíamos tomar un vuelo para llegar a Barcelona, ciudad en la que estaríamos concentrados dentro del CAR hasta unos días antes de que el torneo empezara y tuviéramos que tomar un vuelo de regreso a Madrid para participar en el 17th (10th Women’s) WTF World Championships (Madrid, Spain/April 13-17, 2005).
Para cruzar el atlántico, nos dividieron aleatoriamente en dos grupos que yo mismo he denominado como “el grupo de la buena suerte” y “el grupo de la mala suerte”.
El grupo de la buena suerte salió del aeropuerto de la Ciudad de México muy temprano, aterrizaron en Madrid, tomaron el vuelo a Barcelona, pidieron un taxi que los llevó al CAR y pudieron descansar toda la tarde y ser felices en una ciudad extranjera.
El grupo de la mala suerte, en el que, dicho sea de paso, yo fui incluido, salió del aeropuerto de la Ciudad de México, sufrió turbulencia la mayor parte del camino en un vuelo que fue atendido por unas sobrecargos viejitas que odiaban a todos los seres vivos del planeta. Aterrizamos en Madrid a la hora esperada, sin embargo, por un error de anuncio al tocar tierra, estuvimos esperando un vuelo a Barcelona que no nos correspondía… Y sí, pasó lo que pasa cuando un grupo con mala suerte espera al avión equivocado, en la terminal equivocada, en la sala equivocada: nos dejaron… A mí en lo personal, no sólo me dejaron sin vuelo, también me dejaron sin maleta.
Lo que siguió fue un desastre: abordamos el metro rumbo a la estación de trenes; habían pasado apenas unos meses desde los atentados terroristas en Atocha, así que un viaje en línea recta, se convirtió en un viaje de horas por el subterráneo. Compramos un boleto para viajar de noche en un tren que se dividía en tres secciones: primera clase (Descartada desde el principio), segunda clase y literas. Escogimos literas… Nunca escojan literas… No lo hagan…
Nueve horas, un camarote vecino lleno de travestis y 200 horas después, llegamos a Barcelona.
La concentración en el CAR transcurrió sin ningún contratiempo, salvo una roña culerísima que me salió en todo el cuerpo a media concentración (El término médico es “neuro-dermatitis aguda”, pero “roña culerísima” es más fácil de entender). Me di cuenta de que las sobrecargo de Iberia no eran las únicas mujeres que odian a todos seres vivos, las señoras que trabajaban en la cocina del CAR, también comparten esa misma afición… Ah, también me perdí en el metro con el Poncho, pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
Llegando a Madrid, todo fue muy rápido. Un día antes de que comenzara la competencia, yo no sabía qué esperar, no sabía dónde estaba, qué estaba haciendo ahí y por qué mi compañero de cuarto se veía tan tranquilo cuando a mí ni el canal Venus me tranquilizaba los nervios… Y eso que a mí me tocaba hasta el cuarto día.
La sede: El Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid (Pues es nada menos que el palacio de los deportes más grande de Europa). La organización fue impecable, incluso los combates estaban programados por horarios que se respetaban a cabalidad.
El primer día iban a pelear Pepe y Edna. Recuerdo que habíamos varios que estábamos muy entusiasmados por ver pelear a Pepe, era uno de los que más experiencia tenía y además ya contaba con un bronce mundial en su haber. A Edna yo casi ni la conocía, alguna vez la había visto cuando peleaba en juveniles y la vi pelear en el U.S. Open del año anterior; además la conocía más por sus hazañas dentro del corazón de Erick que por su historial deportivo.
Mis recuerdos después de ahí carecen de cronología. No sé qué fue primero y qué fue después, pero me acuerdo de muchos momentos fascinantes durante la competencia.
Pepe perdió en tercera ronda contra un español que perdería en la siguiente ronda contra Hadi Saei, un iraní que había sido ya campeón mundial y olímpico y que repitió su hazaña mundialista ese día en tierras españolas. En la semi-final, Hadi peleó contra un japonés que ni siquiera debió presentarse a la pelea, pues no podía apoyar un pie; dicha pelea fue interrumpida por el referee en el segundo round y Hadi sacó cargando al competidor japonés, acción que le valió un aplauso de pie por parte del respetable.
Unas rondas antes, Hadi le había ganado al coreano, en una pelea donde demostró su técnica, experiencia, pero además demostró que era quien era porque sabía usar algo que a muchos les falla: la cabeza. Fue la segunda vez que vi perder a un coreano en una pelea internacional.
La primera vez que vi perder a un coreano, fue más bien a una coreana. En la rama femenil de la categoría light, una australiana: Carmen Marton de técnica más o menos chistosa, que pateaba sólo con la pierna derecha, pero con una actitud como pocas veces he visto, sacó a Corea en primera ronda y logró colarse hasta las semi-finales donde perdió contra una representante de China Taipei… Con la eliminación de los dos coreanos peso light, ese fue un día en blanco para Corea (Error que corregirían después, pero eso no es lo importante).
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Y luego, Edna… Combate, tras combate, ganando (Hay que decirlo) de forma tranquila a cada rival que se le ponía en frente, llegó a la final. La final, bueno, creo que nunca había sentido tanto estrés viendo un espectáculo desde que el tiranosaurio rex persiguió a Robert Muldon en Jurassic Park. La pelea se fue a un cuarto round. Nadie metió punto, eso significaba que el juez central tenía la decisión. Ganó Edna. Esa victoria ponía fin a una abstinencia de preseas doradas en campeonatos mundiales que había iniciado en 1979 cuando el profesor Óscar Mediola le ganó la final al británico Lindsay Lawrence. Fue un momento muy especial, y fuimos pocos los testigos de la historia (Por cierto, me dijeron que salí en la tele cargando a Edna). Lo más interesante es que no todos estaban contentos: los de China Taipei eran unos de esos, por supuesto; pero sorprendentemente también hubo algunos connacionales que no estaban muy felices… ¿Quiénes? Nosotros nos enteramos un año después, pero esa es otra historia y… Ya saben.
En Madrid vi como un argentino le ganó a Tamer. Ese mismo argentino, rondas más adelante, peleó contra un japonés: patada triple… La segunda patada a la espalda del nipón, éste agacha la cabeza, la tercer patada del argentino directo a la boca del japonés… Adiós dientes, K.O. absoluto. La mala noticia fue que uno de los dientes se quedó incrustado en el empeine del argentino y desafortunadamente, en ese momento el mundial se acabó también para él. Ambos competidores salieron en camilla.
Hubo un croata peso medio a quien yo vi fuera de serie en los abiertos de Holanda y Alemania unos meses atrás. Resulta que en el mundial se topó con un coreano y perdió. El coreano fue campeón mundial ese día en peso medio.
La otra medalla de México la obtuvo Gerardo Rodriguez, aka «el Japo». Peleó en cuartos de final contra un israelita que le sacaba toda una cabeza (Estrictamente sin albur) de estatura. Japo, a pesar de ser peso Fin, no poseía la velocidad del rayo, sin embargo era un competidor muy técnico y extremadamente inteligente para pelear. La semi-final la perdió contra el coreano Kim Jin-Hee, a quien años más tarde me encontré en Corea como entrenador de un equipo militar. Ese coreano era un fuera de serie: tenía el step más rápido y fluido que vi en toda mi carrera, además él sí pateaba como el viento.
Muchos tenemos a un competidor favorito, a alguien que admiramos y que creemos que es el mejor de todos los tiempos, pero si para definir al mejor de todos los tiempos nos basáramos en resultados obtenidos, entonces ese alguien sería Steven López sin lugar a discusión. López siempre fue una figura polémica por su manera de pelear, definió un estilo que influyó en criterios para cambiar el reglamento. Muchos dicen que es muy sucio para pelear, a muchos no les cae bien, sin embargo, ha demostrado con hechos y a pesar de todas las piedras en el camino, que sigue siendo el rey.
En Madrid 2005, López hizo su primera pelea contra Corea, un combate muy apretado (Como todos los combates de Steven López), el cual logró ganar con una patada de doble giro y gancho directo a la cara del coreano… Yo creo que este último no supo ni qué lo golpeó.
El momento en el que López se ganó mi respeto fue en la semi-final contra Rosendo Alonso. Verán: en Madrid había dos pantallas gigantescas en las esquinas del palacio, en esas pantallas pasaban repeticiones y momentos cumbre de los combates que se efectuaban en el área central y todas las semis y finales se hacían en esa área. López ganó con un «punto» en las nalgas de Rosendo. Cuando pasaron la repetición en las pantallas, la gente se volcó en contra del resultado de la pelea. La actividad se paró un buen rato mientras los altos oficiales de la WTF decidían qué se iba hacer o cómo se iba a proceder. López estaba sentado abajo junto al área de competencia y el público español le gritaba muchas cosas feas a él y a su santa madre. Rosendo estaba sentado atrás de mí, ya cambiado y en las pantallas seguían pasando la dichosa patada en las nalgas mientras los ánimos iban en ascenso. Vocearon a Rosendo, bajó a cambiarse y salió rumbo al área; el público se volvía loco… La decisión prevaleció, el público se volvió más loco aún; no aventaron sillas porque estaban pegadas al piso, pero sí aventaron todo lo demás que se podía aventar. Cuando López salió a pelear la final, una buena parte de la tribuna se puso de pie y le dio la espalda. Ese día, López volvió a ganar el mundial. Ese día me di cuenta que el verdadero poder de López no estaba en las piernas, sino en la mente…
Hablando de López, en aquel evento la familia López estableció un récord que estoy seguro no viviré para ver que alguien lo rompa: tres hermanos, tres medallas de oro mundial y con el cuarto hermano de coach. Me parece que lo más cercano a ese récord, lo tenemos en México con las dos medallas olímpicas de los hermanos Salazar y el papá de coach, y aun así, el récord de los López está muy lejos de ser alcanzado. Mark y Diana salieron campeones mundiales en ese mismo evento en las categorías de 68 y 59 kg respectivamente. Ambos estilos igual de polémicos que el de Steven.
Otro país que se hizo notar en ese mundial fue Brasil. Marcio Wenceslao ganó medalla de bronce y la historia se escribió de la mano de Natalia Silva, quién ganó la primera medalla de oro mundial para Brasil (Hasta ahora, la única).
Brigitte Yagüe perdió la final contra una China, sin embargo, el destino le tenía preparada una gran sorpresa en los mundiales venideros.
Otro evento inesperado fue en la categoría heavy, pues la ganó un español de nombre Rubén Montesinos. Sobra decir que no estaba ni siquiera en la lista de favoritos para ganar medalla. Aun así le ganó al iraní Rostami (Campeón mundial anterior), al coreano Heo Jun-Nyung quien ya se había escabechado una ronda antes al holandés (Campeón mundial 2001) y le ganó a Borot por amonestaciones en un polémico combate. Montesinos venció en la final a un marroquí que era casi el doble de su tamaño. Lo curioso del caso de este español fue que desde cuartos de final, ganó todos sus combates en punto de oro.
Y esa es la historia de Madrid 2005, o al menos de los momentos que más me acuerdo. Quizá alguno de mis cuatro no cinco lectores tenga alguna otra anécdota de aquellos años. Compártanla con nosotros, bien dicen por ahí que recordar es vivir…
Por cierto, quienes ya hemos estado en un pesaje de un mundial, estamos curados de olores… Nada huele peor que eso… Pregúntenle a quien quieran.
@ChavaPerezFauno
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